Puede estar en el tomógrafo y al mismo tiempo informar, con la mayor precisión del mundo, una resonancia o andar al vuelo por los pasillos sin dejar de atender a las mil y una personas que la abordan. Puede hacer disparos tan certeros como el mejor de los francotiradores, gracias a una agudeza visual entrenada durante años, y acertar hasta en los detalles más intrascendentes de cualquier radiografía.

Puede ser médico a tiempo completo y camuflarse a deshora para limpiar, cocinar, lavar… y supervisar al dedillo hasta los estudios universitarios de los hijos. Puede declinar todo título científico por el diminutivo que le han endilgado con el tiempo los pacientes: Amelita, la del somatón. Y lo admite sin remilgos: “Desde 1994 ese es mi nombre. Ya no soy Amelia González Martín”.

Quizás dejó de serlo desde mucho antes, cuando a los 11 años salió de la cobija de sus padres allá en La larga, Taguasco, y del plantel rural Desembarco del Granma pasó a estudiar en la Escuela Vocacional Ernesto Che Guevara, en la otrora Las Villas.

Allí se le espolearía la inclinación por la Medicina, azuzada ya por los dos tíos maternos que eran médicos y los primos estudiantes de esa especialidad.

“Siempre tuve vocación por la Medicina y ya en 1984-1985 comencé a estudiar la carrera aquí en la provincia. Fui presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria de la escuela de Medicina, era la capitana del equipo de voleibol y participábamos en muchísimas actividades. Cuando estaba cursando el tercer año seleccionaron a 30 estudiantes del país y fui a la Unión Soviética por 15 días, donde tuvimos un recorrido por las ciudades más importantes de la URSS en aquel entonces”, recuerda.

Iría engrosando de a poco un currículo donde lo mismo podía figurar los resultados sobresalientes como alumna ayudante de Pediatría que el certificado del primer lugar en el campeonato nacional de voleibol.

“En 1991, cuando me gradué, fui seleccionada la estudiante más integral y me ofertaron por vía directa Imaginología. Tres años más tarde me gradué de especialista de primer grado —en el 2005 hizo el cambio de categoría para segundo grado— y hace ya 17 años que soy jefa de servicio de esta especialidad y del grupo provincial”.

Toda una vida. Y no han faltado los entrenamientos en Santa Clara o en el Cimeq para adiestrarse en el manejo de nuevos equipos, ni el asistir a la modernización del servicio desde los antiguos aparatos de Rayos X hasta el tomógrafo multicorte ni los desvelos para enseñar y formar a otros. No se arrepiente.

“Esta es una especialidad que es muy afín a las demás especialidades. Tenemos que hacer el diagnóstico de todas las patologías, tanto de Ortopedia como de Medicina Interna, Cirugía, Pediatría… Pero, además, aprendemos todos los días y debemos estar estudiando porque todos los especialistas vienen aquí a consultarnos casos y a que nosotros les demos un diagnóstico. Es una especialidad en la que uno no puede quedarse rezagado, hay que estudiar y prepararse para estar al nivel del resto del mundo, aun cuando no tengamos los equipos pero saber que existen y que podemos trabajar con ellos”.

Tomado de Escambray

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